Los bienes y servicios comercializables internacionalmente

Los bienes y servicios comercializables internacionalmente son aquellos que pueden ser objeto de comercio exterior, lo cual está relacionado fundamentalmente con los costes de transporte y otros costes derivados de la transacción internacional. Si el coste del transporte es muy elevado en relación al valor del bien o servicio, es altamente improbable que el bien o servicio sea objeto de comercio internacional.

Tampoco debemos olvidar los costes que tiene para los compradores internacionales de nuestros productos salir a comprarlos a nuestro país, por ejemplo por la necesidad del cumplimiento de obligaciones legales, o el coste que tenemos nosotros de sacar nuestro producto al exterior. Por ejemplo, hay bienes y servicios que solamente se pueden consumir en un lugar determinado, porque es donde tiene utilidad su consumo.

Algunos ejemplos de bienes y servicios comercializables internacionalmente

La mayoría de las mercancías suelen ser comercializables internacionalmente. Las mayores dificultades para el comercio internacional las encontramos en materias primas con un elevado peso y volumen en relación a su valor.

Por el contrario, muchos servicios no son comercializables internacionalmente. Por ejemplo, normalmente los clientes de una peluquería no residen en cualquier parte del mundo, ni es habitual que el personal de la peluquería se desplace por todo el mundo en busca de clientes. Sin embargo, los servicios de mayor valor suelen ser objeto de gran competencia internacional. Ejemplos de ello pueden ser los grandes despachos de arquitectos, los abogados que tratan fusiones internacionales muy complejas o los músicos de las mejores orquestas sinfónicas.

¿Qué implica para nuestra empresa ofrecer un bien o servicio comercializable internacionalmente?

Cuando vendemos un bien comercializable internacionalmente o prestamos un servicio comercializable internacionalmente, nuestra empresa tiene que ser consciente de que el margen para fijar los precios es mucho más pequeño. Si pedimos precios más altos de los que se pagan internacionalmente, no tendremos demanda.

Lógicamente, los costes derivados del desplazamiento nos permitirán un cierto margen, especialmente en el entorno más cercano. También puede que en nuestro sector existan algunas barreras no arancelarias, como determinadas regulaciones específicas de nuestro lugar de origen que frenan el acceso a competidores internacionales, que puedan hacer que tengamos un margen para situarnos por encima del precio internacional.

Este tipo de barreras son las que, en muchas ocasiones nos impiden a nosotros acceder a mercados extranjeros, y por eso su reducción sustancial es uno de los objetivos de tratados que se están negociando, como el TTIP.

Los clientes de cerca pueden comprarnos a nosotros a un precio ligeramente más alto para evitar los costes de transporte o desplazamiento y otros costes de las transacciones internacionales, pero más allá de esos costes, podríamos perder incluso esa demanda.

Algo semejante sucede con la calidad y las otras condiciones de la contratación. No podemos ofertar una calidad peor, ni unas condiciones más desventajosas que nuestros competidores internacionales por el mismo precio.

Sin embargo, el hecho de que nuestro bien o servicio sea comercializable internacionalmente es una gran oportunidad de crecimiento. Si somos capaces de producir de forma ventajosa, con menores costes o mejores calidades, podremos atraer clientes de todo el mundo. Eso incrementará nuestra producción, y el tamaño de nuestra empresa, hasta el punto en el que los costes se eleven tanto como para que nuestra ventaja desaparezca.

Una empresa que produzca un bien o servicio comercializable internacionalmente, aunque no haya dado el salto al exterior, no puede dormirse. Tiene que estudiar en profundidad su entorno internacional, que es lo que hacen y lo que pueden hacer competidores de diversas partes del mundo.

¿Qué factores pueden hacer que un bien o servicio sea comercializable internacionalmente?

Por una parte, los bienes y servicios que producimos evolucionan continuamente. La mejora en la calidad puede hacer que pasemos a competir internacionalmente. Por ejemplo, para que una peluquería tenga clientes que viven a miles de kilómetros debe ser puntera.

El ejemplo de los restaurantes es muy claro. Hay restaurantes que nacen con la vocación de prestar servicio a personas que viven o trabajan cerca. Si convencen con un producto de calidad, algunas personas de paso puede que se acerquen al establecimiento. Para que personas que pasan cerca se desvíen unos cuantos kilómetros a comer en nuestro restaurante hay que dar otro salto de calidad en el que es probable que comencemos a recibir bastantes clientes internacionales. Pero. cuando tenemos un restaurante al que se “peregrina” desde todas partes del mundo, estamos compitiendo con restaurantes de todas partes del mundo.

En el caso de los servicios es muy importante también el papel que tiene el conocimiento en la prestación del servicio. Las tecnologías de la información y las comunicaciones hacen que cada vez más servicios compitan a nivel internacional. Cuando los servicios van ligados más bien al empleo de unos determinados medios materiales, el coste de desplazamiento de esos medios hace que sea más compleja la competencia internacional.

Los costes de transporte también pueden hacer que determinados bienes y servicios tengan competencia internacional. No viajamos normalmente a peluquerías del extranjero por su elevado coste en relación a lo que valoramos el servicio. Del mismo modo, la disminución de los costes de transportar una mercancía puede llevar a una competencia internacional.

El caso contrario se puede dar, por ejemplo, con las regulaciones nacionales. Una determinada norma que haga que los bienes o servicios tengan que ser producidos de una determinada manera puede hacer que no tengamos competencia internacional por las dificultades de acceso al mercado. Sin embargo, si tenemos que adaptar nuestra producción a condiciones muy particulares de nuestro lugar de origen puede ser que no tengamos la versatilidad necesaria para poder producir de la forma que se requiera internacionalmente.

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