La newsletter: pasado, presente y futuro, mucho futuro

Los tiempos avanzan que es una barbaridad, decía aquel personaje de zarzuela. Las tecnologías, las modas de gestión y comunicación , todo avanza con una rapidez bestial. Pero en ocasiones, hay determinadas tácticas, formas de hacer, que se resisten a ser arrumbadas por el peso de lo novedoso. Por ejemplo, ¿por qué es bueno que tengamos nuestra propia newsletter?

Una newsletter es un boletín informativo, una publicación periódica que distribuimos, generalmente enfocada hacia clientes, potenciales clientes y otras personas que se relacionan con la empresa. Las nuevas generaciones la asocian con su distribución vía mail, pero lo cierto es que mucho antes ya existía en papel, y aún hoy es frecuente encontrarlas en determinados sectores.

Una newsletter, aparte de mantener informados a nuestros clientes, nos posicionaba como una autoridad en la materia y nos ayudaba en labores de venta asesorada. Esa era su razón de ser. Pero con los blogs, el RSS, las redes sociales, Twitter, etc…parecía que ésta pasaba a mejor vida, cosa que ya advertía nuestro compañero JM en su momento que era un error.

Discrepo de él en que la clave es que sea más social, menos unidireccional. En este sentido estoy de acuerdo con expertos como Frank Scipion, que consideran que el ruido de las redes sociales o de twitter tapa nuestros mensajes, y que el email (o la presencia física en formato impreso) supone un importante imán para la atención de nuestros clientes, evitando que nuestro mensaje se pierda como como un trino en medio de una bandada de pájaros.

Y si hablamos de la tecnología RSS, los lectores de feeds, no es algo que sea una corriente mayoritaria, más allá de un entorno muy concreto.Incluso hay quien la da por fenecida. ¿Vamos a dejar escapar a esa inmensa mayoría de personas cuyo contacto con internet se limita al mail, por ejemplo?

Por tanto no desdeñemos la opción de la newsletter, apostemos por ella, pero por favor, con calidad, con contenidos de calidad. por supuesto, nada obsta a que profesionalicemos la edición de la newsletter, siempre y cuando lo supervisemos y aportemos nuestro toque personal, evitando que se convierta en una suerte de marca blanca, de contenido que el lector enseguida descubre que poco o nada tiene que ver con nosotros.

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