El poder de lo sencillo para atraer clientes

El principio K.I.S.S. es la base de una corriente de diseño que promulga que las cosas sencillas son las mejores. Sus siglas, en inglés, significan Keep It Simple Stupid, en castellano, “Mantenlo Simple Estúpido”. Es toda una declaración de intenciones, de algo que no es nuevo, sino el “lo bueno, si breve, dos veces bueno” de toda la vida.

Aplicar la filosofía de la sencillez a cualquier producto o servicio, genera un conjunto de ventajas que bien merece la pena tener en cuenta y que los clientes valoran. El hecho de poseer más funciones de las necesarias o de aplicar un diseño recargado, no hacen que un producto o servicio sea mejor que otro más simple. En realidad, es el problema de siempre: la generación de valor para el cliente.

Sencillez y sofisticación, no están reñidos en los negocios

Hay un viejo chiste que refleja muy bien lo que supone el principio K.I.S.S. y que dice que, para escribir en los viajes espaciales cuando no hubiera gravedad, los americanos diseñaron un prototipo de bolígrafo y una tinta especial que permitía que ésta fluyera en gravedad cero, un sistema ultracomplejo que garantizaba el flujo para escribir en todo momento. Los rusos, se llevaron un lápiz…

Ahí es donde está la diferencia, una misma función, puede ser resuelta con procesos, servicios o productos con diferentes niveles de complejidad. Para las personas normales, cuanto más sencillo sea algo, más fácil de comprender y de usar será, por lo que más probabilidad de éxito habrá, evitando la frustración.

En este caso, el ejemplo del mando de la televisión es muy bueno ¿Cuántas personas usan o saben para que sirven todos los botones del mando? O vistro de otro modo ¿Cuántas personas usan más botones que los de cambiar de canal o ajustar el volumen? Yo creo que algo se puede mejorar en ese sector y las espectativas que se han generado ante la posible llegada de un competidor nuevo, como es el caso de Apple, están haciendo temblar a muchos de los agentes establecidos.

Con los paneles de mandos de muchos coches, pasa lo mismo. El conductor se sienta al volante y se pierde ante el maremagnum de funciones que tiene, más allá de las luces, el limpieparabrisas y encender o apagar la radio. Sin embargo, la mente nos lleva a pensar a los humanos que los coches con dispositivo que permita reproducir música en mp3 son mejores que los que no disponen de esa función, dejando de lado las características que lo hacen bueno de verdad, como son la seguridad, las prestaciones de potencia o el confort en general. Y los departamentos de Marketing lo saben. Y lo ponen en práctica.

Ejemplos de servicios y productos basados en la sencillez

Cuando empezaron los buscadores de Internet, casi todos tomaron la senda de la complejidad, rodeando la caja de búsqueda de elementos como noticias, anuncios y otros servicios que no necesariamente interesaban a los clientes que iban a buscar información, convirtiéndose en “portales”. De repente, llegó “un tal Google” con una propuesta que consistía en una caja y un logo, sobre una página en blanco, cuyo modelo de negocio se basaba en un sistema de anuncios integrados en las búsquedas.

Otro ejemplo de sencillez en el diseño de procesos, productos y servicios, es el de Apple. Cuando los fabricantes de dispositivos musicales iban por una senda de complejidad, con aparatos que cada vez acaparaban más funciones, la compañía de la manzana optó por presentar un iPod y trabajar en una línea de productos de pequeño tamaño que transformaron toda una industria, incluida la de los contenidos musicales. Hoy en día, su planteamiento de música en la nube, simplifica aún más el esquema.

Quedándonos en la tierra patria, hay dos productos que presentan un esquema tan sencillo, que merecen la atención en este post. Me refiero a la fregona y al ChupaChups, dos productos que consistían en un palo con algo pegado y que fueron un éxito de ventas desde su aparición en el mercado.

Conclusiones

Mantener la sencillez en los procesos, productos y servicios incrementa la probabilidad de satisfacer las necesidades de los clientes. Sin sorpresas, sin parafernalia innecesaria, no hay nada mejor que vender un producto que haga exactamente lo que dice que hace y que sea lo que justamente el cliente quiere. Éxito garantizado.

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